El primer semestre de este año tuve la oportunidad de acercarme a la cerámica. Una vez a la semana subí al municipio de El Carmen de Viboral, ubicado en el oriente antioqueño, allí me adentré en el taller de José Ignacio Vélez, uno de los maestros de la cerámica de nuestro departamento.
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| Eugenia ensañando a amasar |
Creo que de las mejores experiencias que tuve en mis días en El Carmen fue sentarme en el torno. Podría decir que el torno es como una meditación en movimiento, muchos sentidos se alinean y se debe estar absolutamente presente para que la arcilla no pierda su forma, una fuerza mal hecha, un movimiento inesperado de un dedo, un cambio en la velocidad puede alterar completamente la pieza.
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| El Torno de pedal. |
Además, el sonido que produce el torno con su movimiento y el giro constante, generan una sensación de abstracción. Todo el cuerpo se ve involucrado en este proceso de creación; por eso además de producirse unas piezas muy bellas, se genera un trabajo de moldeamiento del alma.
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| Moldeando manos. |
Experimenté con la arcilla de rionegro, la corona, una mezcla de ambas, el barro rojo, y otras mezclas que se encontraban en el taller. El barro rojo me impresionó por la fuerza que transmite. Es difícil pensar, sin ponerle las manos encima, que las diferentes arcillas generan sensaciones también diferentes en el cuerpo de la persona que las moldea, pero es así. El trabajo con el barro tiene la potencia de permitir amasar la tierra, que al fin de cuentas tiene los minerales de los que estamos hechos.
En los días de experimentación pude hacer algunas formas: manos, recipientes, cilindros.
Ensayé decorando algunas piezas, probé con colores, formas y texturas. Mi intención no era convertirme en una ceramista, pero si poder acercarme a este material, sus posibilidades, ritmos y tiempos.
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